viernes, 17 de febrero de 2012

Aromas del pasado

El otro día volví a olerlo. No sé cuantas veces he intentado describirlo en vano. Es un olor... como a galletas, con un sutil toque de miel... una cesta de manzanas, hierba recién cortada...envuelto todo en una nube floral, apenas perceptible. Una verbena de olores dispares que conforman un hálito súblime, delicado, pero de gran presencia. Si los ángeles existen, este debe ser su olor. Y como un ángel, pasa, me toca el alma, y se va, sin que sea capaz de localizarlo. Siempre que he percibido este aroma he intentado encontrar la fuente de la que manaba, pero no hay forma. No sé si será que estoy demasiado abrumado, o que entro en una especie de trance. Algo así debe ser, porque en cuanto lo huelo me siento transportado a mi infancia. No sé si estaréis de acuerdo conmigo, pero creo que pocas cosas activan la memoria lejana como un olor. Haced la prueba. Coged un libro nuevo, abridlo por cualquier página y pegad la nariz al centro, donde se unen las páginas. ¿No os vienen imágenes de aquel colegio o instituto en el que estuvisteis? La chica o el chico cuya sonrisa no nos dejaba concentrarnos en la sala de estudios... miradas furtivas que se encontraban en un vuelco de corazón... O por ejemplo, los cromos que vienen con los bollicaos o similares. ¿No os remiten a otros años? A meriendas eternas en el sofá de casa, viendo barrio sésamo, bebiendo el colacao y respirando a la vez, para notar más el sabor... zapeando manualmente por 3 escasos canales, deseando encontrar algún dibujo animado que nos atrapara ferozmente y nos impidiera hacer los deberes. Obviamente muchos no se sentirán demasiado identificados con mis recuerdos, por pertenecer a generaciones distintas, o por multitud de circunstancias de lo más variado, pero todos y cada uno tendrán sus propias evocaciones. Estos olores son un billete a nuestra memoria, un viaje por pasajes tristes y alegres, un álbum de fotos de mejores épocas... o tal vez peores. Son, sin lugar a dudas, una llave etérea al tesoro de nuestros recuerdos. Oyendo hablar a la gente mayor me convenzo cada vez más de que, conforme pasen los años, el bien más preciado que tendremos será nuestra memoria. La familia, los amigos... las parejas, pueden ir y venir. Nuestros seres queridos fluyen, como nosotros, en un río caprichoso cuyo cauce va cambiando conforme avanza. Es posible que nos acompañen un día y al siguiente nos dejen. Pero salvo 'predeterminadas' excepciones, no nos hundimos, ya que podemos invocar  sus recuerdos, sólidos troncos a los que aferrarse, cuanto queramos.
En cuanto a mi, espero volver a percibir el perfume del que os hablaba. Necesito ponerle un rostro a la fragancia más increíble que nunca he olido. Necesito encontrar una definición que le haga justicia, aunque lo intuya batalla perdida. Quizás la próxima vez le encuentre un nuevo matiz... tal vez evoque otro capítulo de mi infancia, o recupere aventuras ya olvidadas. Os animo a que entrenéis y miméis un sentido muy menospreciado, el olfato... por si alguna vez se os olvidara como recordar. Smell u later!!

3 comentarios:

  1. las cosas que hacemos a diario, cuando desaparece esa rutina, de repente, se convierten en especiales. sin que supieramos ni siquiera en esos momentos, qeu las hacíamos, tan naturales eran. Hoy me he hecho un nesquick -que aquí no hay colacao- y me he puesto radio 3 para levantarme. feliz despertar!

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  2. :-) A veces recuerdo cuando te hacía reir hasta casi llorar estando en tu carrito. No tendrías ni un año y ya conectábamos increiblemente. Ains prima, por qué estarás tan lejos.

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  3. Mi madre dice que yo solo lloraba. también reia? :D ay porqué estare tan jelos, de verdad. será que este mundo se va al garete y no lo quiero ver de cerca.

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