sábado, 1 de octubre de 2016

12. Jaque a la justicia

 
—Alfil a d5. ¡Jaque! proclama con cierta severidad.

Miro a mi abuelo con gesto malicioso. Acaba de caer en mi trampa. ¡Mu ha ha ha! Al cubrir mi rey con el alfil, descubro un jaque sobre su rey. Su única salida será escaparse a g1 con lo cuaaaaal… me voy a zampar ese alfil tan apetitoso. Le acabo de hacer la temible maniobra envolvente de Marioff.


¡Huy! Qué tonto estoy últimamente dice, mesándose la barba.

  Acaricio el tablero de madera. El viento silva entre las ramas de los árboles del jardín botánico. No es el único sitio en el que jugaba al ajedrez con mi abuelo, pero sin duda era mi favorito. Será por eso que cuando sueño con él, casi siempre estamos aquí, sentados a horcajadas en un banco, muy cerca de un gran olmo. Esta vez es otoño, y los árboles caducos ofrecen un colorido en tonos ocre y magenta increíble. El contraste con los verdes de las coníferas y los marrones de la alfombra de hojas que cubre el suelo le da al conjunto un aspecto mágico.


  El viento trae una melodía lejana. Apenas se escucha, pero creo que es “To build a home” de la Cinematic Orchestra. Parece ser que ahora también mis sueños vienen con banda sonora. Por mi estupendo. Cierro los ojos y aspiro profundamente. La música aumenta ligeramente de volumen. “out in the garden where we planted the seeds there is a tree as old as me…” Miro al olmo que hay a nuestra derecha. Su tronco se bifurca a unos 2 metros de altura, y las dos partes resultantes se elevan en ángulo agudo al principio, para luego discurrir casi paralelas.


—Siempre te fascinó el viejo pantalones, ¿verdad, chico?dice mi abuelo, sin levantar la vista del tablero. 

—Es que es genial. Desde luego hace justicia a su nombre.

Efectivamente, el tronco del olmo se asemeja mucho a unos pantalones invertidos.


—Justicia dice mi abuelo sonriendo, mientras hace girar su rey entre los dedos corazón y pulgar. Sabes quién fue el rey Salomón, ¿verdad? 

—Pues claro respondo un rey Judío, muy justo…y muy sabio.

—Eso nos han dicho siempre, desde luego; con parsimonia desliza la pieza hasta la casilla g1. pero, ¿podríamos afirmarlo categóricamente? ¿Fue Salomón un hombre justo?

No sé, es historia. Sin pensármelo dos veces muevo mi alfil a d5 y capturo su alfil. Es lo que ha trascendido hasta nosotros. apunto, mientras lo miro, levantando las cejas repetidamente, en un gesto de burla.

Bueno, realmente han trascendido más cosas hasta nosotros. El problema es que muchas veces solo vemos lo que nos resulta más fácil ver. ¿Sabías que Salomón ordenó matar a su hermanastro Adonías solo porque sospechaba que quería arrebatarle el trono? 

¿En serio? ¡Menudo madafaca! Niego con
la cabeza. Incluso en sueños me apasionan estas conversaciones.

A veces las cosas no son lo que parecen, chico.

Al terminar la frase me mira con ternura. Coge un caballo que llevaba inactivo media partida y lo mueve a una casilla  que antes dominaba mi alfil. Entonces lo veo claro. Nunca se trató de mi temible 'maniobra envolvente', sino de su clásica ‘tres catorce’. No tengo opción. Mueva lo que mueva, ganará la partida en dos movimientos. Lo miro con cierto reproche. Él levanta las cejas repetidas veces.


—¡Mierda! ¡No te gano ni soñando! ¡No es justo! me quejo. Mi abuelo me pasa una mano por el pelo y me lo agita, como solía hacer desde que tengo recuerdo de él.

Siempre te ha importado mucho la justicia. Desde pequeño. 

—Bueno, supongo replico. En parte es culpa tuya. Siempre me decías que el mundo era perfectamente injusto. Que no perdiera el tiempo en juzgar a nadie, porque todos tenemos motivaciones que van más allá de nuestra conciencia. ¡No puedes decirle eso a un niño como era yo sin esperar que me rebele!

—¡El pequeño paladín defensor del desamparado! ¡Jajaja! No eras más que un renacuajo y ya te andabas metiendo en lides que ni te iban ni te venían. ¡Más de un sopapo te llevaste!

Mi abuelo ríe con fuerza mientras se lleva la mano a la barriga. Un atronador ataque de tos interrumpe la carcajada, dejando apenas una sonrisa débil en su boca. Vuelvo a ver en él esa mirada perdida que tenía los últimos años de su vida. La mirada de quien posee un vasto conocimiento almacenado en cajones, perfectamente ordenados y etiquetados, pero que no consigue recordar donde dejó la llave que los abría.

—Abuelo digo lo siento mucho.  Fue todo por mi culpa. No es justo que yo... 

—¡Ya basta! me espeta. La expresión de su rostro pasa de la desorientación a
 la severidad con un parpadeo. A veces creemos que estamos siendo justos, cuando en realidad nos estamos engañando a nosotros mismos. ¿Por qué lo haces, Mario? ¿Por qué te engañas?

Los violines y el piano del hilo musical ganan intensidad. “And now It´s time…”


No te entiendo, abuelo replico extrañado. “…to leave…” 

—¿Cuándo empezaste a fumar, chico?

 Una fuerte ráfaga de viento tira varias piezas del tablero. Mi abuelo empieza a disiparse con las hojas que vuelan entre nosotros. “…and turn to dust”. 


  Un flash de recuerdos acude a mi mente como diapositivas que pasan a una velocidad endiablada. Veo escenas del cumpleaños de mi hermana: yo bebiendo con Tocho; bebiendo con Alex; bebiendo con Aroa; yo muy borracho yendo a por el coche; Aroa quitándome las llaves; los dos andando hacia la casa del abuelo; yo fumando en la cama; yo dormido… el fuego; la puerta atrancada de la habitación de mi abuelo; los gritos de Aroa; yo cargando a mi hermana hasta el portal; yo apagando las llamas que la envolvían; yo intentando volver a subir a por mi abuelo… oscuridad.

  El cosquilleo que me ocasionan las lágrimas al caer lentamente por el lateral de mi cara me despierta. Lloro en silencio, como tantas otras veces. Un puñal me atraviesa el pecho, pero ya no es un dolor punzante. Es un dolor mantenido y agudo, mi fiel compañero nocturno. Intento recordar algo que me dijo mi abuelo en el sueño, pero no consigo hacerlo. Ahora me concentro en el pensamiento circular que se retroalimenta y me quema el alma.


¿Por qué no cogí el coche y me maté yo solo?

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