viernes, 2 de agosto de 2019

15. Andando en zapatos ajenos II





 

Tras un rato conduciendo entre árboles, mansiones y opulencia, llego por fin a la calle del río Tajuña. El número tres lleva por nombre Villa Flora, en honor a mi madre, Flora María López. Así que, mi nombre completo queda por fin revelado; me llamo Mario Martín López, nací en Madrid hace treinta y un años, y mi afición favorita es ‘desviarme del surco recto’. Hola, ¿qué tal?

Aparco frente a la puerta de la casa de mis padres. Aún dentro del coche puedo oír a Luthien ladrando como una loca. Siempre parece saber cuando viene visita, minutos antes de que alguien aparezca. Según he oído, es algo normal en los Bichones Malteses.

Mi móvil vibra en el asiento del copiloto. Cuando lo cojo veo una notificación de correo. Parece ser que me he vuelto a mandar un mensaje a mi mismo, solo que esta vez tiene asunto y un archivo adjunto. “¿Recuerdas?”, reza el asunto. Siento una extraña sensación de urgencia; abro el archivo y veo una foto que parece tomada en la puerta del Copérnico, un pub donde suelo ir con mi gente los fines de semana. En la foto se ve en primer término a Sara, mirando a cámara; detrás de ella, justo en la salida del pub, están Álex, Isa y Aroa, riendo, mientras miran a Tocho, que parece estar contando una anécdota. ¿Esto de cuando es? El correo no tiene cuerpo, pero ha conseguido inquietarme muchísimo. ¿Quién sacó esta foto? Hay una mano sobre el hombro izquierdo de Sara, que parece pertenecer al fotógrafo, pero no podría decirlo a ciencia cierta. Miro la camisa del trozo de brazo que aparece en la foto. Es de color azul claro y me suena bastante. ¿De quién es ¿Quién es el bromista? ¿A qué viene todo esto? La sensación de urgencia se mezcla ahora con un silencio denso. Siento mi corazón palpitando con fuerza. Algo brilla junto a la cara de Aroa. En un principio me había parecido un defecto de la foto, pero ahora no estoy tan seguro. Agrando la foto mientras un escalofrío me recorre la espalda.

¡Toc toc toc!

¡Joder! Doy un respingo y me vuelvo instintivamente hacia el ruido. Mi madre está junto a la ventanilla, con el delantal puesto, mirándome con una sonrisa. La cabeza blanca de Luthien aparece y desaparece por la ventanilla, con cada salto que da, mientras intenta morder el cristal. Allá vamos. Al abrir la puerta del coche, Luthien salta y se sube encima de mi, mientras intenta lamerme sin contemplaciones.

¡No! ¡Quita! ¡Jajaja!... ¡Ay!Intento quitármela de encima pero es como un pequeño Demonio de Tasmania, escurridizo y veloz.

¡Ya está bien, Luci!Mi madre coge a la perra que, inmediatamente, se queda en trance, con las orejas agachadas. Recuerdo que su voz tenía ese efecto sobre mi también. ‘Florazepam’, le llamaba mi padre de vez en cuando. Pero este era un poder que usaba en contadas ocasiones. Por lo general, era bastante incisiva e incluso mordaz, y podía alterar los ánimos del más calmado con apenas dos frases.

Hola mamá.digo mientras la abrazo.

¡Hola guapo!me responde y me abraza cuidadosamente. ¿Cómo tienes la espalda?

Bueno, igual. Y tu hombro, ¿cómo va?

Mucho mejor. Este domingo vuelvo al gym. ¡Qué ganas! Pero vamos dentro, que tu padre estará al llegar. Has venido un poco tarde, ¿eh? ¿En qué andabas?¡Alarma de interrogatorio! ¿Me va a aplicar el tercer grado antes incluso de entrar a casa? Esto si que sería un récord. ¡Pelotón; carguen!

Nada, mamá. Me he parado junto a L’auspicata a respirar un ratito.

A respirar un cigarrito, querrás decir...¡aaapunten! Malditos súper sentidos de madre. Luthien nos mira a una y a otro, con un movimiento brusco de cabeza. Como sigamos así, la vamos a desnucar a la pobre.

¿No íbamos adentro? ¿Qué hay de comer? ¡Me muero de hambre!cojo a Luthien de los brazos de mi madre y cruzo la cancela en dirección al porche.

Lasaña...

¡Qué rica!me relamo mentalmente.

...vegetal.¡Fuego! ¡Blam! ¡Blam! ¡Blam!

  Me quedo paralizado junto a la puerta de la casa. Mi corazón hace un amago de desbocarse.

Mamá —me vuelvo hacia ella e intento mantener la compostura me dijiste que Aroa venía mañana sábado a comer, no hoy.

Mario, hoy es sábado. ¿Estás bien?dice con cierta preocupación.

Si claro, ayer fue jueves y hoy es sábado. Claro mamá, lo típico.respondo con sorna. Mi madre está justo en la cancela de entrada a la finca, mirándome extrañada. Valoro mis opciones:
A) Lanzo a Luthien en su dirección y cuando se mueva para cogerla, paso por la puerta y escapo hacia el coche.
B) Agarro a la perra como si fuera un balón de rugby, y corro hacia la libertad, arrasando con todo, madres traidoras incluidas.
C) La tierra se abre y una lengua de fuego y magma me engulle, entre risas maléficas y olor a azufre.

Miro a la Luthien y me disculpo mentalmente de antemano. Ella me mira y suelta un gemido de desaprobación.

Hagas lo que hagas, deja a la enana en el suelo, que está asustada.

La voz de Aroa me golpea como una bola de demolición. Me vuelvo hacia la puerta de la casa, y allí está ella, mirándome como si no fuese el culpable de habérselo arrebatado todo. Y cómo no, leyéndome la mente, como siempre hace. Tiene pelo incipiente cubriéndole la cabeza por tramos, y las cicatrices de los trasplantes de piel siguen siendo muy evidentes. Con las cejas concienzudamente pintadas y sin pestañas, sigue siendo bonita como ella sola. Está claro que es una belleza a prueba de fuego.

Hola morreno.dice, y junta los labios, poniendo morritos.

Pues Aroa que lo dices, que cagues lombrices.respondo automáticamente.

Mi hermana y yo nos miramos. Tengo tanto que decirle, y tan poca fuerza para hacerlo. Soy un cobarde; siempre lo he sido. Me gustaría tener el valor para...

Te he echado de menos, tontacodice, interrumpiendo mis pensamientos y abrazándose a mi. No sé ni como puede mirarme a la cara; yo no puedo.

Yo a ti cero coma cerocontesto, y me fundo en un abrazo que debí darle hace demasiado tiempo.

¡Huy, en qué buen momento llego!dice mi padre desde la cancela.Hola florecilla míadice mientras le tiende una rosa a mi madre. Después se vuelve hacia nosotrosA ver, ¿donde está esa ‘ya no tan joven’ hija mía? ¡Felicidades Aroíta!saca entonces del bolsillo un paquetito, envuelto en papel de regalo, al más puro 'estilo padre'.

¡Gracias papá!contesta Aroa abrazándose a él. Pero, ¿Qué está pasando aquí? ¿Quién es este hombre y que ha hecho con mi padre? Miro a mi madre intentado ver algún signo de alarma en su expresión. Pero ella está como si nada. Se acerca a nosotros y mira el paquete que Aroa sostiene frente a sí con cara de ilusión.

Ni se te ocurra abrirlo aún, niña.dice, y se vuelve hacia mi padre.Paco, tú puedes realizar una operación a corazón abierto, ¿y no puedes envolver un regalo decentemente? Anda, vamos para la mesa, que se enfría la comida.

Miro a Aroa con cara de no entender absolutamente nada.

Oye, ¿en serio hoy es tu cumpleaños? ¿No es mañana?

No pasa nada si no me has traído un regalo. Ya sabes que no le doy importancia a esas cosas.miente ella. Ya claro, y la cara de niña que se te ha puesto cuando te han dado el paquetito, me la he imaginado. Miro a Luthien que se debate, inquieta, aún en mis brazos, y se la tiendo.

¡Felicidades!digo, y sonrio estilo ‘Schwarzenegger’.

¡Gracias, morrillo!ríe, mientras coge a Luthien, que empieza a lamerle la cara como una loca.Anda, vamos para adentro.

Si, ahora voy; dame un minuto.replico. Espero a que desaparezca por la puerta, y me dirijo a mi coche. Entro en él y respiro profundamente. Yo, en mi lugar, arrancaría y saldría de allí picando rueda. Pero no parece que esté en mi lugar; parece que estoy en el lugar de alguien que necesita entender qué demonios está pasando. Por qué mi hermana no me odia, por qué su abrazo me ha parecido totalmente sincero; y por qué mi padre parece un personaje sacado de una novela de Corín Tellado. Pero sobre todo, ¿dónde coño está el viernes que me falta? 

  Recojo el móvil, que con el susto que me dio mi madre, se me cayó a la alfombrilla. Tengo otro correo mio. El asunto es un “recuerda”, sin interrogaciones. Hay otra foto, muy parecida a la anterior, solo que en esta Sara está mucho más cerca de la cámara, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Detrás, los mismos personajes de antes siguen riendo, excepto Aroa, que mira a cámara con los ojos como platos. Junto a su cara vuelve a brillar algo. Agrando la foto y consigo distinguir un pendiente de considerable tamaño y forma circular. O mucho me equivoco, o son los pendientes que le regalé en su cumpleaños, el año pasado. Una serpiente devorándose a si misma. Y si esto es así, alguien se ha entretenido en piratearme la cuenta de correo y en mandarme fotos de aquella noche. Otra cosa más que necesito entender. Salgo del coche, suspiro y entro en villa Flora, con la inquietante sensación de estar siendo observado. Perfecto, otra paranoia más.

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